agosto 20, 2025
ECONOMICAS INTERNACIONALES

Cómo Google pasó 15 años creando una cultura de ocultamiento

(Ben Wiseman/The New York Times)
(Ben Wiseman/The New York Times)

Para evitar demandas antimonopolio, Google ordenó sistemáticamente a sus empleados que destruyeran los mensajes, evitaran ciertas palabras y copiaran a los abogados con la mayor frecuencia posible.

A fines de 2008, mientras Google se enfrentaba al escrutinio antimonopolio por un acuerdo publicitario con su rival Yahoo y lidiaba con demandas por patentes, marcas registradas y derechos de autor, sus ejecutivos enviaron un memorando confidencial.

“Creemos que la información es buena”, les dijeron los ejecutivos a los empleados. Sin embargo, también afirmaron que los reguladores gubernamentales o los competidores podrían aprovecharse de las palabras que los trabajadores de Google se escribieran unos a otros de manera casual e irreflexiva.

Para minimizar las probabilidades de que un juicio pudiera sacar a la luz los comentarios que podrían ser incriminatorios, Google dijo que los empleados debían abstenerse de especulaciones y sarcasmos y “pensárselo dos veces” antes de escribirse unos a otros sobre “temas candentes”. “No hagas comentarios antes de conocer todos los hechos”, se les indicó.

También se modificó la tecnología. La configuración de la herramienta de mensajería instantánea de la empresa se cambió a “extraoficial”. Las frases incautas se borrarían al día siguiente.

El memorando se convirtió en la primera acción de una campaña de 15 años que fue emprendida por Google para convertir a la acción de borrar en la norma de sus comunicaciones internas. Mientras el gigante de internet almacenaba la información del mundo, creaba una cultura laboral que intentaba minimizar la suya propia. Entre las herramientas utilizadas destacan el uso del privilegio legal como un escudo y la imposición de restricciones a su propia tecnología, todo eso mientras advertía de manera continua que los comentarios irreflexivos podrían hundir incluso a la corporación más exitosa.

La manera en que Google desarrolló esta cultura de desconfianza se reveló a partir de cientos de documentos y pruebas, así como de testimonios de testigos, en tres juicios antimonopolio celebrados el año pasado contra la empresa de Silicon Valley. Los demandantes —Epic Games en un caso, y el Departamento de Justicia en los otros dos— intentaban demostrar un comportamiento monopolístico, lo que les obligó a analizar correos electrónicos, memorandos y mensajes instantáneos de cientos de ingenieros y ejecutivos de Google.

Las pruebas y testimonios demostraron que la empresa tomó numerosas medidas para mantener a raya las comunicaciones internas. Animaba a los empleados a poner “privilegio abogado-cliente” en los documentos y siempre añadir a un abogado de Google a la lista de destinatarios, aunque no hubiera temas legales de por medio y el abogado nunca respondiera.

Sundar Pichai, en el centro, presidente ejecutivo de Google, llegando al tribunal federal de San Francisco para un juicio antimonopolio en noviembre pasado. (Jim Wilson/The New York Times)
Sundar Pichai, en el centro, presidente ejecutivo de Google, llegando al tribunal federal de San Francisco para un juicio antimonopolio en noviembre pasado. (Jim Wilson/The New York Times)

Las empresas que se anticipan a un litigio están obligadas a conservar los documentos. Pero Google eximió a la mensajería instantánea de las retenciones legales automáticas. Si los trabajadores se veían implicados en un proceso legal, dependía de ellos activar su historial de chat. Por lo visto en los juicios, pocos lo hicieron.

Google no es ni mucho menos la única empresa que intenta mantener las nuevas formas de comunicación afuera de los juzgados. A medida que los mensajes instantáneos y de texto se han convertido en populares herramientas de oficina, las empresas y los reguladores se han enfrentado cada vez más sobre cómo pueden utilizarse en los tribunales.

Hace una generación, una conversación entre amigos o una llamada telefónica podía ser incriminatoria, pero las palabras se disolvían en el aire. Alguien podría recordarlas, pero siempre podían negarse. Tal vez los oyentes escucharon mal o entendieron mal.

A las empresas les gustaría que los mensajes instantáneos fueran tan efímeros como una conversación en la vida real. Un comentario hecho por mensaje de texto a un subordinado sobre las implicaciones de una fusión no es más que cháchara, argumentan. Pero los reguladores y los litigantes los consideran un juego limpio.

En agosto, la Comisión Federal de Comercio (FTC, por su sigla en inglés), que ha interpuesto una demanda para detener una fusión de supermercados de 25.000 millones de dólares entre Albertsons y Kroger, dijo que varios ejecutivos de Albertsons habían demostrado “una práctica generalizada” de borrar mensajes de texto relacionados con la empresa, incumpliendo la obligación legal de conservarlos.

Algunos de estos mensajes, según la FTC, sugerían que al menos un ejecutivo pensaba que los precios podrían aumentar como resultado de la fusión. El juez dijo que Albertsons “no tomó medidas razonables” para conservar los mensajes, pero no sancionó a la cadena. Albertsons declinó hacer comentarios.

En abril, la FTC dijo en una presentación legal como parte de su caso antimonopolio contra Amazon que los ejecutivos de la compañía habían utilizado Signal, la aplicación de mensajería que puede configurarse para que desaparezcan los mensajes, con el fin de discutir temas relacionados con la competencia, incluso después de que se les exigiera conservar todas las comunicaciones en el caso. Amazon dijo que las afirmaciones de que había destruido información eran “infundadas e irresponsables”.

El Departamento de Justicia, dirigido por el fiscal general Merrick Garland, se ha visto envuelto en dos juicios antimonopolio con Google (Foto: Chip Somodevilla/Getty Images).
El Departamento de Justicia, dirigido por el fiscal general Merrick Garland, se ha visto envuelto en dos juicios antimonopolio con Google (Foto: Chip Somodevilla/Getty Images). (Chip Somodevilla via Getty Images)

Sin embargo, Google ha sido la empresa que ha enfrentado las mayores críticas por sus acciones porque los jueces de los tres casos antimonopolio han reprendido a la compañía por sus prácticas de comunicación.

El juez James Donato del Tribunal para el Distrito Norte de California, quien presidió el caso Epic, dijo que había “una arraigada cultura sistémica de supresión de pruebas relevantes dentro de Google” y que el comportamiento de la empresa era “un ataque frontal a la administración imparcial de justicia”. Añadió que, tras el juicio, iba a “llegar al fondo” de quién era el responsable en Google de permitir este comportamiento. El juez Donato declinó hacer comentarios.

La jueza Leonie Brinkema, del Tribunal para el Distrito Este de Virginia, quien supervisa el caso antimonopolio de Google relacionado con la tecnología publicitaria, dijo en una audiencia celebrada en agosto que las políticas de conservación de documentos de la empresa “no eran la manera en que debería funcionar una entidad corporativa responsable”. Y añadió: “Es probable que se hayan destruido muchísimas pruebas”.

El Departamento de Justicia ha pedido a la jueza Brinkema que emita sanciones, lo que supondría una presunción de que el material desaparecido era desfavorable para Google en los temas de los casos llevados a juicio, incluido el poder de monopolio y si su conducta fue anticompetitiva. Los alegatos finales del caso están previstos para el lunes.

En un comunicado, Google dijo tomarse “muy en serio nuestra obligación de conservar y presentar los documentos pertinentes. Durante años hemos respondido a consultas y litigios, y educamos a nuestros empleados sobre el privilegio legal”. La empresa dijo que había proporcionado “millones de documentos” solo en los casos del Departamento de Justicia.

Desde el punto de vista de Google, era la Marie Kondo de las empresas, limitándose a poner en orden sus registros y archivos. Pero lo hizo de manera tan exhaustiva y obsesiva que creó la ilusión de engaño que tanto intentaba disipar, dijo Agnieszka McPeak, profesora de la Facultad de Derecho de la Universidad Gonzaga, quien ha escrito sobre la destrucción de pruebas.

“Google tenía una política corporativa vertical de ‘No guardes nada que pueda hacernos quedar mal’”, dijo. “Y eso hace que Google quede mal. Si no tienen nada que ocultar, piensa la gente, ¿por qué actúan como si lo tuvieran?”.

Google se fundó en septiembre de 1998, pocos meses después de que la empresa tecnológica más dominante de la época Microsoft fuera demandada por el Departamento de Justicia por violación de las leyes antimonopolio. Para demostrar que Microsoft monopolizaba de manera ilegal el mercado de los navegadores web, el Departamento de Justicia no tuvo que ir muy lejos para encontrar memorandos condenatorios.

“Tenemos que continuar nuestra yihad el año que viene”, escribió un vicepresidente de la empresa al presidente ejecutivo de Microsoft, Bill Gates, en un memorando. Otro ejecutivo, tratando de persuadir a Apple para que eliminara una función, dijo: “Queremos que acuchilles al bebé”.

Microsoft perdió el caso, aunque el veredicto fue anulado parcialmente en una apelación. Sin embargo, fue una experiencia lo bastante cercana a la muerte como para que la siguiente generación de empresas tecnológicas, incluida Google, desconfiaran tanto de los documentos como de los comentarios.

El problema fue que la tecnología facilitó enormemente la producción y conservación de ambos. Google producía 13 veces más correos electrónicos que el promedio de empresas por empleado antes de cumplir una década, según declaró Kent Walker, el principal abogado de Google, en el juicio de Epic. Dijo que Google se sentía desbordada, y la empresa tenía claro que las cosas solo empeorarían si no se hacían cambios.

Microsoft, dirigida por Bill Gates fue demandada por el Departamento de Justicia a finales de la década de 1990 por infracciones antimonopolio. REUTERS/Anthony P.  APB/ME
Microsoft, dirigida por Bill Gates fue demandada por el Departamento de Justicia a finales de la década de 1990 por infracciones antimonopolio. REUTERS/Anthony P. APB/ME (REUTERS / Reuters)

El memorando de 2008 que decía que los mensajes de chat se purgarían automáticamente estaba firmado por Walker y Bill Coughran, un ejecutivo de ingeniería. Señalaban que Google tenía “una cultura de correo electrónico y mensajería instantánea”. Sus herramientas de mensajería instantánea, primero llamadas Talk, más tarde Hangouts y después Chat, fueron adoptadas rápidamente por los empleados.

Chat era el lugar en el que los ingenieros podían ser un poco espontáneos, de manera segura. Como escribió un empleado en una conversación que se divulgó como prueba en un juzgado, la necesidad de ser cauteloso “hace que la comunicación escrita sea menos interesante, a veces incluso menos útil. Pero por eso tenemos chats extraoficiales”.

Google, como muchas otras empresas, tiene que hacer frente a tantos pleitos que algunos empleados están vinculados a varios procesos al mismo tiempo. Algunos pueden involucrados en litigios durante toda su carrera.

Lauren Moskowitz, abogada de Epic, preguntó a Walker durante su testimonio en el caso cómo funcionaba realmente poner a los empleados al mando del proceso.

“Usted esperaba que sus empleados, cientos, miles de empleados, dejaran de hacer lo que estaban haciendo por cada mensaje instantáneo que enviaban o recibían cada día, y analizaran una lista de temas con algún tipo de retención legal, para decidir si debían tomar una medida para cambiar una configuración predeterminada en su chat antes de llevar a cabo el resto de sus actividades”, dijo Moskowitz.

Walker respondió que la política había sido “razonable en su momento”.

A medida que Google crecía, su vocabulario se reducía. En un memorando de 2011 titulado “Conceptos básicos antimonopolio para el equipo de búsqueda”, la empresa recomendaba evitar “metáforas que impliquen guerras o deportes, ganar o perder”, y rechazar las referencias a “mercados”, “cuota de mercado” o “dominio”.

En un tutorial posterior para los nuevos empleados, Google dijo que incluso una frase tan benigna como “poner productos en manos de nuevos clientes” debería evitarse porque “puede interpretarse como expresión de la intención de negar a los consumidores la posibilidad de elegir”.

Si utilizar las palabras adecuadas y borrar los mensajes no mantenía a Google afuera del juzgado, concluyó la empresa, invocar a los abogados sí lo haría.

Kent Walker, principal abogado de Google, en una comparecencia ante el Senado en septiembre. En los tribunales, ha declarado que antes de cumplir una década, Google producía 13 veces más correos electrónicos por empleado que el promedio de las empresas. Foto: Alex Zea/Europa Press via Getty Images

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